Para ello hemos escogido algunas de sus más significativas composiciones, arregladas para un trio de jazz y voz de soprano, junto a quatro piezas originales inspiradas en motivos suyos ó en células musicales que recuerdan el afán creador de VL en sus exploraciones del folclore nacional y de melodías populares, con textos en portugués (de autor brasileño), escritos especialmente para este programa, sobre el cual se hablará con detalle más adelante.
“Hablar sobre Villa-Lobos no es tarea fácil”
Así empieza Ermelinda A. Paz su trabajo de investigación sobre las relaciones entre el gran icono del arte musical en Brasil y la MPB, la música popular brasileña. La literatura hoy existente, especializada ó no, sobre la vida y la obra de Villa-Lobos es sencillamente desbordante. Es por eso que aquí añadimos solo algunas notas, remitiendo los curiosos interesados a las fuentes fácilmente accesibles en Internet (libros, monografías, artículos, grabaciones etc.) y que abarcan todos los aspectos de su vida y de su inmensa obra.
El hombre y su obra
De la mano de su padre, “un músico práctico, técnico y perfecto” (palabras de HVL), conoció desde temprana edad a ilustres figuras de la época, músicos, escritores, críticos, etnólogos, y sobre todo a los “chorões”, virtuosos instrumentistas que se dedicaban a animar las “rondas de choro” en las fiestas populares de clase media y en los salones cariocas de la élite social de inicios del siglo en Río de Janeiro, en aquel tiempo la capital del país. Cabe notar que el “choro” (“la verdadera encarnación del alma brasileña”, según Villa-Lobos) gozaba entonces de mucho más prestigio que la samba, considerada por la mayoría culta, ó pseudo-culta, música de gente humilde, de baja categoría social: para el pequeño Heitor (Tuhú, en el círculo familiar) representaba en cambio la escuela ideal, de donde iba sacando el alimento para su hambre de aprendizaje y dominio de instrumentos y formas. Al principio fue el violonchelo y el clarinete, más tarde vino la guitarra y al final el piano. “Cuando entré en aquel círculo —‘os chorões’— no fue para divertirme y sí para imbuirme de aquel clima,” declaraba a quien sería más tarde su segunda mujer, D. Arminda (Mindinha).
Al quedarse huérfano de padre, víctima de la fiebre amarilla, y con apenas 12 años, tuvo enseguida que empezar a contribuir a la economía familiar, a partir de entonces a cargo de su madre. Tocaba en bares, cabarés, fiestas, teatros de revista y en el famoso Cine Odeon, donde conoció al pianista Arthur Rubinstein, quien en los años 20 sería su gran amigo y valioso apoyo en Paris.
La mezcla de estructuras clásicas, ya entonces impregnadas de elementos propios de la cultura local, sirvió para desarollar en su espírito creador la faceta sincrética de lo que sería la explosiva fusión entre clásico y popular ó folclórico de la producción musical de Villa, como cariñosamente lo llamamos.
Para obtener la indiscutible maestría que lo caracteriza desde el inicio de sus actividades como compositor intrínsecamente brasileño, y además nacionalista en el sentido estético y cívico que él mismo daba a esa palabra, Villa-Lobos, que no confiaba en academias (“Un pié en la Academia y empeoras inmediatamente”) y por ello no quiso someterse a formación académica, habiéndose dedicado por iniciativa propia al estudio de partituras y compendios de teoría musical, emprendió diversas excursiones por las regiones más lejanas de Brasil: el Amazonas, el Nordeste, buscando en las tradiciones y costumbres de indios y “sertanejos”, en la exuberancia tropical de colores y sonidos de la naturaleza, la autenticidad a que aspiraba para sus obras.
“Mi tratado de harmonía es el mapa de Brasil”.
Irritado ante los prejuicios reinantes en la sociedad brasileña, especialmente en los grandes centros urbanos (Rio y São Paulo), y sobre todo en el medio artístico de la época, reacio a reconocer su labor como compositor moderno, firmemente decidido a renovar los parámetros de creación musical en el país, basados —eso sí— en la tradición clásica (Bach, Chopin, Debussy y otros), pero orientados a incorporar los auténticos elementos populares presentes en las manifestaciones culturales de diversos estratos de la sociedad brasileña, ya consagrados por innumerables artistas de la época colonial y con mayor énfasis por los mejores músicos del siglo XIX, así como por sus contemporáneos, Villa-Lobos no tuvo otra opción que salir de Brasil para irse a Paris, el mayor centro cultural de los años 20, para allí demostrar su talento artístico enseñando al sofisticado público parisino y a los “colegas de oficio” sus más recientes creaciones. Contaba para ello con el apoyo financiero de mecenas amigos que lo admiraban y lo respetaban mucho por su genio volcánico y su fuerte personalidad.
Así llegó a Paris, no para aprender de los grandes nombres que allí representaban la modernidad, sino para presentar sus novedosos hallazgos, inspirados en la exuberancia y diversidad cultural de los trópicos brasileños. “Vosotros sóis los que váis a estudiar conmigo”, dijo al llegar, consciente de su valor y de su capacidad.
El éxito fulminante, artístico y social, de su presencia en Paris confirmó plenamente sus aspiraciones al reconocimiento internacional de genio creador y fue fundamental para que continuase a desarrollar e incrementar su febril actividad musical, dando origen a un sinnúmero de obras de altísima calidad… sorprendentes, provocadoras, originales.
El caluroso aplauso de grandes artistas y personalidades del mundo musical europeo le dio ánimo y fuerzas para continuar su prolífica labor de compositor, dirigente, emprendedor cultural y educador de las nuevas generaciones brasileñas, obteniendo para ese fin el total apoyo del gobierno Vargas, hecho que le valió en la época duras críticas y tendenciosas acusaciones de quien lo consideraba un simple oportunista al servicio de un régimen autoritario.
Villa-Lobos componía con Bach en la cabeza y Brasil en el corazón, de un lado contrapunto y fuga, estructuras clásicas, consagradas, y del otro, en una simbiosis francamente genial, toda la gama verde-amarilla de la deslumbrante naturaleza tropical y de la sorprendente variedad cultural de sus manifestaciones populares, folclóricas, autóctonas, traducidas en motivos, canciones, danzas, ritmos y melodías de inspiración local y de origen indígena, africana, mezclándolas con elementos de la tradición europea.
(Copyright © by jrBustamante, 2012)
Comments